viernes, 3 de junio de 2011

Escribir para ver

El poema gauchesco que pueden leer y oír en la entrada siguiente está, en términos platónicos, dos veces alejado de la verdad: imitamos un género literario que imitaba una tradición oral. ¿Pero cuándo la escritura ha sido bruñido espejo de realidad? Jamás. Y cuando se nos diga lo contrario, hay que sospechar más que nunca.

La poesía gauchesca es un ejemplo espectacular de cómo la literatura, mediante complejos pero finísimos procesos de escritura, construye, a partir de otra, una realidad propia. No solamente en cuanto a sus referencias, sino en cuanto a todos los elementos del circuito comunicacional: su emisor, receptor, código, canal, mensaje. Los poetas gauchescos escribieron para ver y para hacer ver. 

Claro está que los gauchos fueron la realidad que les sirvió de base. De hecho, la particular situación social (marginados de la civilización pero potenciales defensores de la nación) y cultural (portadores de una cultura tradicional rural manifiesta en su dialecto) de estos los hizo blancos perfectos para ser utilizados por la literatura de una manera tan amplia, como ya se dijo.

Hay que tener presente que la poesía gauchesca, aunque fue por su especificidad un género literario rígido, tuvo varios momentos. El Martín Fierro de José Hernández, que fue nuestro modelo en la creación, representa la última etapa de la gauchesca del XIX, en la cual el tono del discurso ya no es de "conocer para incorporar", sino de añoranza por un tipo social casi exterminado. Pese a las variaciones en el proyecto ideológico del autor, la constante en este género es que lo gaucho se desvanece frente a lo gauchesco

¿Es eso un problema, un error, una maldad...? ¡Pero es que el desvanecimiento es tan bello y seductor! ¡Cómo no agarrarle simpatía y cariño a un personaje como Martín Fierro, tan valiente, tan sensible, tan humano! Quizás podamos disfrutar del fantasma mientras no olvidemos su sangre. 

Para cerrar... o más bien abrir con llave de oro el camino de la reflexión, les recomendamos muchísimo el prólogo de Ángel Rama a la antología de poesía gauchesca de la Biblioteca Ayacucho. Es una joya. Además de que se enterarán muy bien de los pormenores del extraordinario fenómeno gauchesco, podrán ver una inspiradora aplicación de teorías lingüísticas y literarias (desde Jakobson hasta Amado Alonso, pasando por Sapir y Greimas) a la literatura de América Latina.


Ángel Rama, cofundador de Biblioteca Ayacucho


No hay comentarios:

Publicar un comentario