jueves, 20 de diciembre de 2012

La utopía no tiene párpados

“Lo único que hay de original es la realidad”.
Arturo Andrés Roig

En los brazos de Joaquim Machado de Assis este epígrafe toma cuerpo. A finales del siglo XIX, en Brasil, Machado publicó un cuento que lleva por nombre “Unos brazos” y que relata el fugaz enamoramiento entre un adolescente y una mujer joven. Se trata de un enamoramiento silencioso que se articula mediante pequeños gestos. Los personajes, desde su pura cotidianidad, van interpretando estos gestos como indicios de amor y de deseo correspondido... ¡Pero ni una palabra! Esa falta de comunicación lingüística los lleva a un callejón sin salida, o más bien a una especie de situación espejo, de esas que tanto le gustan a Machado (véase el clásico cuento “El espejo”). Mientras el muchacho duerme y sueña que su enamorada lo besa, ella está despierta frente a él y lo está besando. La realidad soñada está aconteciendo: la utopía nos alcanzó mientras seguimos soñando. 

La realidad estuvo llamando a Ignacio (así se llama el muchacho dormido) todo el tiempo, pero con silencios corporales, sin palabras. Quizás por eso jamás alcanzó en su conciencia el “nivel” necesario para que él pudiera despertar mientras la realidad le estaba besando en la boca. La voluntad de doña Severina fue para Ignacio solamente una maravillosa coincidencia. Y, sin embargo, esa voluntad resultó ser más original (o al menos igual) que el sueño mismo.

Para terminar... una escritura que nos hace ver:

“Los brazos de doña Severina le abrían 
un paréntesis 
en la larga y fastidiosa etapa de la vida que estaba viviendo, 
y esa oración intercalada 
despertaba en él ideas originales y profundas”.