miércoles, 1 de junio de 2011

Y aquí y así seguimos

Osama Bin Laden. –– Juan Pablo II. –– El ajolote. –– Los mineros coahuilenses.

“Who dares to love forever? When love must die…”
Queen

Los aviones: atentados, obituario y maldiciones: gran revancha proclamada por el águila flechada. Venganza, invasión y cruenta pompa: casi década completa de política alcahueta (no reciente ni cansada): devenir el egoísta de apariencias pacifistas, de expansión imperialista (como palma atragantada). Corrupción, violaciones, espionaje y poderío: tolerado terrorismo autorizado (condenada observación: las proclamas del terror etimológico prescinden: sólo al otro bando nombran movimiento repulsivo).

Orgulloso, sonriente y animado, tras haber supervisado atentamente el operativo realizado en la ciudad paquistaní de Abbottabad tanto por agentes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) como por integrantes de las fuerzas especiales de la marina estadounidense con el fin de interrumpir el funcionamiento orgánico del líder de la red Al Qaeda, Barack Obama confirma el rumor que los empedernidos y astutos cibernautas habían comenzado a difundir previa, misteriosa e intrigantemente: habla de la planeación, del procedimiento, de la ejecución, de la custodia del cadáver, de la sedimentación neptúnea de los restos, de las tensiones diplomáticas que, cual relámpagos obscuros, podrían ser manifestaciones sobrenaturales o indicios de otra guerra. Evita las incómodas y potencialmente peligrosas alusiones religiosas. Proclama, con ferviente retórica, la pervivencia del nacional-institucionalismo hegemónico estadounidense (característica históricamente sustentada por una subrepticia y latente, aunque temida, secuencia bélica). Repite lo detalles. Corrige incongruencias (obvia y conveniente manipulación). Comprueba que el Estado norteamericano tiene inmunidad de acción internacional (la suficiente como para ejecutar robustos y de fuego planes en sedes extranjeras) y, paradójicamente, también declara que, tras lo acontecido, quizá su país sea las más añorada aspiración del extremo desquite fundamentalista (no sin discutibles motivos). Confirma, en fin, la tradicional tendencia recóndita de Ares (quien ciertamente, empero, hora no es culpable).

Otros, más medrosos, menos consternados por las armas que por la gloria, más al cielo que al disparo consagrados, menos amos de sí mismos, por su parte, como ornatos de jardín, atiborran gran la plaza de San Pedro para ver a su Juan Pablo recibir de santo aureola: se amontonan, rezan, lloran; se subliman, cantan, oran; se apasionan, aman, callan; “¡Santo subito!”, demandan. Son cristianos unos, invitados demandados por el otros Vaticano: todos individuos incitados a fundirse en los rituales consagrados a volver lo humano excelso, testigos materiales que afirman la ocurrencia (como factum) de las obras espirituales del recién beatificado.

¿Sobre plegarias o rezos o misas u oficios que por creyentes algunos brindados hayan sido para conservar al Ambytosma mexicanum es posible comentario alguno hacer? Nada. Nada. Parece que no la vida sino la estima (de aestimare –poner precio o valor–) rige el mundo: ¿quién, cuando hay partido entre el Barcelona y el Madrid o cuando los glúteos de Lady Gaga están impresos “a color” en El Metro o cuando tiene que hacer una investigación bibliográfica para un trabajo universitario o cuando se mira en el espejo de un baño para limpiarse los dientes o cuando busca dinero en sus bolsillos para comprar comida o cuando algún familiar suyo está soterrado bajo toneladas de carbón o cuando copula o se masturba o se deprime, llora o se preocupa o se queja o se suicida por la tornasol mosca que mata en la cocina, por los millones de microorganismos que diariamente mueren fuera y dentro de otros seres o por las heces y los miasmas y los venenos que intoxican los canales de Xochimilco? No obstante, la Cámara de Diputados y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público aprobaron destinar pecunia para la conservación de la mentada especie.

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