domingo, 31 de agosto de 2014

El proyecto de José Martí para los niños de América

En 1889 —desde Nueva York, pero para todos los países de América— José Martí publicó su proyecto de revista para niños, la cual llevaba como nombre, por recomendación de su editor, La Edad de Oro. Esta revista forma parte de la tradición de literatura infantil y, más específicamente, de los proyectos literarios que llevaban el ímpetu de una redefinición de lo que significa escribir para niños, así como del papel de lo literario en la educación y en la formación de ciudadanías. 


Una de las muchas ilustraciones (intervenida con colores) con las que Martí acompañó los textos de la La Edad de Oro
Ésta corresponde al cuento “Nené traviesa”, incluido en el segundo número de la revista.
Para Martí —lo mismo que algunas décadas después para José Vasconcelos— la belleza en el uso de las palabras es un valor de primer orden para que éstas cumplan una función educativa. En los textos de La Edad de Oro —ya sean poemas, cuentos, estudios históricos o incluso los paratextos—, el estilo diáfano e intenso de Martí enseña conocimiento y transmite una postura de lo que ese mismo conocimiento debe hacer en la vida de cada uno de los niños que lean la revista.


José Martí (1853-1895)
Por desgracia, este proyecto educativo (en el fin), literario (en la esencia) y periodístico (en el medio) sólo logró concretarse en cuatro números, los cuales fueron reeditados en forma de libro, a cien años de su publicación original, por Roberto Fernández Retamar.


Portada de La Edad de Oro
Da click en la imagen para descargar la edición de Fernández Retamar.

lunes, 7 de julio de 2014

Antonio Cornejo Polar: ‘Sobre literatura y crítica latinoamericanas’

Para los estudiantes de literatura, en especial, de literatura latinoamericana, leer a Antonio Cornejo Polar es imprescindible. Desgraciadamente, aún en nuestros días es posible graduarse de dicha carrera sin ni siquiera haber conocido el nombre del gran maestro. Sin embargo, basta con leer un par de páginas suyas para contagiarse de entusiasmo por todo lo que la literatura latinoamericana puede ser y decir de sí misma. La crítica literaria, tal como la ejerce Cornejo Polar, es infinita en su rigor porque no se agota en un simple juicio valorativo, sino que muestra que la afirmación de la heterogeneidad como perspectiva de estudio es ya una toma de postura.

Un joven Cornejo Polar (1936-1997).
En el último libro que publicó en vida, Escribir en el aire (1994), Cornejo Polar desarrolla magistralmente sus consideraciones sobre la heterogeneidad en la literatura andina. Algunos años antes, sin embargo, durante el largo tiempo que estuvo trabajando en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en Lima, Perú, Cornejo Polar había ya estado ensayando en diversos textos breves la categoría de “heterogeneidad narrativa” como una manera de dar respuesta a la especificidad de la literatura latinoamericana.

Así pues, en 1982, la Universidad Central de Venezuela publicó una compilación que abarca seis años (1975-1981) de producción crítica de Cornejo Polar, bajo el título Sobre literatura y crítica latinoamericanas. Este volumen, que está disponible aquí para su descarga, es sumamente valioso porque permite leer las ideas de Cornejo Polar a partir de su génesis, de sus polémicas con otros postulados, así como de su función como parte de una agenda problemática amplia para la literatura latinoamericana.

Los artículos de esa compilación, tal como explica Cornejo Polar en la introducción
[…] representan el desarrollo de preocupaciones críticas de varia índole que, sin embargo, convergen en un punto central: el que tiene que ver con la urgencia de dar razón de la peculiaridad de la literatura latinoamericana y de su específica inserción en un proceso histórico-social que, por definición es único e irrepetible.
De ahí que resulten imprescindibles para cualquier interesado en la literatura latinoamericana.

miércoles, 25 de junio de 2014

Diálogo ciego entre pensamientos: Arturo A. Roig y Henri Meschonnic

Las palabras que usamos para explicar el mundo nunca son inocentes. De ahí que sea posible dibujar estelas de pensamientos a partir del uso y recurrencia de ciertos términos en diferentes autores. Éste es un ejercicio que puede ser tramposo si se confunde con un simple juego de sinonimia. De lo que se trata, más bien, es de propiciar diálogos de pensamiento mediante coincidencias literarias, aprovechando lo que los autores han dejado escrito para intentar desafiar a las leyes del tiempo y el espacio y ponerlos a charlar.

Aquí están, pues, algunas palabras delatadoras de un par de pensadores cuyo vigor, a pocos años de sus muertes, es inagotable. Valga aclarar, antes de darles paso, que no se trata de descontextualizar sus palabras, sino de aprovechar la fragmentación como método creativo de lectura.

Henri Meschonnic (1932-2009)

Arturo Andrés Roig (1922-2012)
Una de mis coincidencias favoritas es la que hay entre el título que enmarca una entrevista a Roig, “La radical historicidad de todo discurso” (1985), y la última línea de un párrafo de Meschonnic: “El pensamiento en el sentido en que es el poema el que hace al poeta, no el poeta el que hace un poema. En el sentido en que es la obra la que hace la lengua, y no la lengua la que hace la obra; y, una vez más, la Biblia la que hace el hebreo, no el hebreo el que hace la Biblia. Lo que cambia el pensamiento mismo de la lengua, no más genio, naturaleza, sino historia. Radicalmente historia” (2004, p. 51).

También es sobresaliente que Roig llame a uno de sus libros El pensamiento latinoamericano y su aventura (1994), mientras que Meschonnic propone: “Leer poéticamente el pensamiento. Cuando es un poema del pensamiento. Una aventura del pensamiento” (2004, p. 53).

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Las palabras son los moldes del azar.

lunes, 9 de junio de 2014

«Una atmósfera humana inundando las cosas...»

Una de las aportaciones conceptuales más importantes del filósofo e historiador de las ideas Arturo Andrés Roig es la categoría modos de objetivación, la cual enmarca el giro lingüístico (o hablístico) de su reflexión filosófica, al mismo tiempo que ubica la lengua en relación con todas las demás expresiones culturales.

Pero conviene ir por partes. Primero, hay que aclarar el uso de las nociones objetividad y sujetividad, entre las cuales establece Roig una relación dialéctica, ya que son diferentes momentos de un mismo proceso. La objetividad es la realidad pasada por la experiencia de un un sujeto que también es parte de esa realidad y el cual, a su vez, está construyendo su sujetividad a través de esa misma experiencia de reconocimiento y de valoración de sí mismo desde la base común de la objetividad. Como se puede ver, la dialecticidad de los términos regula su relativización. Así pues, Roig no desconoce la existencia de la realidad como facto, pero reconoce la mediación que determina la experiencia humana en el mundo.

Nuestro filósofo ilustra su postulado al decir que “[la objetividad] […] es aquella parcela de lo real —infinito e inabarcable— que logramos meter dentro del círculo de luz de nuestra mirada, más allá del cual están las sombras” (Caminos de la filosofía latinoamericana, 2001, p. 163). Sin embargo, creo que la imagen corporal de la mano puede aportar más elementos para comprender la relación entre la objetividad y la sujetividad, ya que la mano, al igual que el ojo, percibe el mundo, pero, a diferencia de dicho órgano visual, también tiene la capacidad de transformarlo, es decir, se vuelve sujeto de la realidad al mismo tiempo que objeto de la misma: “La mano se hace haciendo y lo que hace la mano hace a la mano” (Josu Landa, “Mano y mundo”, 2011).

De esta manera, nos vamos acercando a la definición de la categoría modos de objetivación, la cual se referiría, siguiendo la imagen de la mano, a las maneras en que un sujeto se hace haciendo y las cuales incluyen desde las actividades más básicas (un golpe, una caricia, arrancar una manzana de la rama...), hasta las más sofisticadas (escribir, pintar, tocar el piano, hacer una cirugía...). Estas actividades se organizan y valoran de diferentes maneras a lo largo de la historia y de las culturas, pero todas se pueden englobar como modos de objetivación; de ahí la riqueza de esta categoría.


Algunas líneas poéticas de Pablo Neruda puede ilustrar los modos de objetivación como las huellas “impuras” de lo humano sobre las cosas del mundo: “Las superficies usadas, el gasto que las manos han infligido a las cosas, la atmósfera a menuda trágica y siempre patética de estos objetos, infunde una especie de atracción no despreciable hacia la realidad del mundo. La confusa impureza de los seres humanos se percibe en ellos, la agrupación, uso y desuso de los materiales, las huellas del pie y los dedos, la constancia de una atmósfera humana inundando las cosas desde lo interno y lo externo” (“Sobre una poesía sin pureza”, 1935).


Para terminar, sólo resta decir que el trabajo es uno de los modos de objetivación que más importancia ha tenido en la historia del hombre. De hecho, hay que recordar que la categoría modos de objetivación es análoga a la de Marx de modos de producción; el salto de una a otra está dado por la consideración de que el trabajo enajenante no es la única forma en que los humanos nos podemos realizar en el mundo.

sábado, 7 de junio de 2014

Nuestra América en nuestra Europa

Durante mi primer viaje a Europa, que fue de hecho mi primer viaje fuera de México, en mayo pasado, encontré las casas de tres de los más grandes personajes del siglo XIX latinoamericano. Dos de esos encuentros los busqué intencionadamente; otro, fue casual. Sucedió de la siguiente manera: mi amiga y yo habíamos ido a Zaragoza, España, por sólo un día, con el único propósito de peregrinar a la calle Héroes del Silencio; este acto de fe lo logramos sin más contratiempo que el de encontrarnos inesperadamente, en la calle Manifestación #13, con la casa en la que vivió José Martí, cuando era un joven de apenas 20 años y estudiaba Derecho y Filosofía en la universidad de la mencionada ciudad.

La calle Héroes del Silencio fue bautizada con ese nombre en el año 2010.


El joven poeta compuso algunos versos a Aragón. 

Ahora bien, de las otras dos casas que quedaban por descubrir, una era más bien una incertidumbre. Se trata de la casa en la que debió haber vivido Simón Rodríguez, según lo reportan datos editoriales de una obra suya, en los primeros años del siglo XIX, y la cual se ubicaría en el número 165 de la calle St. Honoré, en el centro de París. Esta dirección se encuentra, de hecho, a espaldas del famoso museo Louvre. Sin embargo, no hay placa ni pista alguna que de cuenta del paso de nuestro extraordinario filósofo por ahí.

Este edificio puede haber sido la casa en la que habitó Simón Rodríguez en París. Actualmente, parece albergar oficinas y está flanqueado por un supermercado y un restaurante.

Dejando abierto el misterio de la casa de Simón Rodríguez en París, llegamos a Londres, donde sabíamos, ahora sí con certeza, que se encontraba una placa conmemorativa en la que alguna vez fue la casa de Andrés Bello y en la que, según cuentan algunos testimonios, el famoso gramático recibió la visita de Rodríguez. Así pues, en Londres, fue fácil dar con el número 58 de Grafton Way, lugar que albergó en 1810 a Andrés Bello y, algunos años antes, a Francisco de Miranda.

Actualmente, este lugar es el Consulado de Venezuela.
Ésa fue la última parada de nuestro recorrido latinoamericanista por algunas ciudades de Europa, con lo que queda demostrado que la peregrinación no es únicamente un acto de fe religiosa, así como que las relaciones del “viejo” con el “nuevo” continente se podrían explorar aún de muchas maneras.

De una musa inglesa

La tristeza es frágil y se rompe
al pasar de mano en mano.
Antes de pasar a las de otros,
se rompe en las mías.
Es mía o de nadie:
«In my hands, they crumbled».

El río Támesis

sábado, 22 de marzo de 2014

La edición es ahora

A finales del año pasado, poco antes de que se cumplieran doscientos cuarenta y cuatro años del nacimiento de Simón Rodríguez, los miembros del grupo de investigación «Inventamos o erramos» —nombre que, por cierto, fue acuñado por esas mismas fechas, retomando una de las más representativas frases del filósofo venezolano— fuimos imaginando la posibilidad de editar e imprimir en facsimilar uno de los textos más importantes, pero quizás también uno de los menos leídos, de Rodríguez: Crítica de las providencias del gobierno. Este hecho, que responde a las deficiencias tecnológicas del momento en el que se hizo la primera compilación de escritos de nuestro autor a mediados del siglo XX, nos permitió dar una dimensión concreta y práctica a la reflexión sobre la importancia de la materialidad de los textos como medio de formación y transmisión de las ideas.

La dificultad —que es casi un tópico— de acceder a los textos de Rodríguez, y de otros tantos autores de nuestra tradición latinoamericana, fue el punto de partida de un entusiasmo que culminó en una edición facsimilar “casera” de Crítica de las providencias…, de la cual imprimimos 1000 ejemplares que están disponibles para cualquier interesado a un modesto precio de recuperación ($20 pesos mexicanos) (contacto: oinventamosoerramos@gmail.com).

La edición facsimilar de Crítica de las providencias... realizada por el grupo de investigación «O inventamos o erramos». México, 2013
 Hay que decir, además, que la edición fue posible en gran parte por el viaje en el que Nelson Chávez, miembro del equipo de investigación, se dio a la tarea de recorrer los caminos de Rodríguez por el sur de América, con el propósito de reunir las fuentes originales de su obra. La búsqueda recorrió archivos y bibliotecas de Chile, Bolivia y Perú. Felizmente, así fue posible contar con un original de Crítica...

Reelaboración del artista plástico Simón Quisbert del retrato que el viajero francés Paul Marcoy realizó a Rodríguez en 1841 en la provincia peruana de Azángaro. México, 2013
Ahora bien, este texto corresponde a los últimos años de producción editorial de Simón Rodríguez, en los cuales, sin que lo venciera el desencanto de las dificultades por darle forma impresa a su proyecto, seguía escribiendo y publicando lo que fuera posible. Así pues, Crítica de las providencias del gobierno es el nombre de seis breves artículos que fueron publicados periódicamente a mediados de 1843, en Lima, Perú. Los tres conceptos enunciados en el título —crítica, providencias, gobierno— van guiando la exposición hasta tocar un tema tan profundo y fundamental como la historia misma de nuestras, en ese entonces, recién establecidas repúblicas americanas: la democracia representativa como forma de gobierno. Por otro lado, Crítica de las providencias... es un ejercicio discursivo y filosófico ejemplar por la rigurosa definición de los términos usados, mediante la cual Rodríguez demuestra que la semántica también es política.