Durante mi primer viaje a Europa, que fue de hecho mi primer viaje fuera de México, en mayo pasado, encontré las casas de tres de los más grandes personajes del siglo XIX latinoamericano. Dos de esos encuentros los busqué intencionadamente; otro, fue casual. Sucedió de la siguiente manera: mi amiga y yo habíamos ido a Zaragoza, España, por sólo un día, con el único propósito de peregrinar a la calle
Héroes del Silencio; este acto de fe lo logramos sin más contratiempo que el de encontrarnos inesperadamente, en la calle Manifestación #13, con la casa en la que vivió José Martí, cuando era un joven de apenas 20 años y estudiaba Derecho y Filosofía en la universidad de la mencionada ciudad.
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La calle Héroes del Silencio fue bautizada con ese nombre en el año 2010. |
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El joven poeta compuso algunos versos a Aragón. |
Ahora bien, de las otras dos casas que quedaban por descubrir, una era más bien una incertidumbre. Se trata de la casa en la que debió haber vivido Simón Rodríguez, según lo reportan datos editoriales de una obra suya, en los primeros años del siglo XIX, y la cual se ubicaría en el número 165 de la calle St. Honoré, en el centro de París. Esta dirección se encuentra, de hecho, a espaldas del famoso museo Louvre. Sin embargo, no hay placa ni pista alguna que de cuenta del paso de nuestro extraordinario filósofo por ahí.
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Este edificio puede haber sido la casa en la que habitó Simón Rodríguez en París. Actualmente, parece albergar oficinas y está flanqueado por un supermercado y un restaurante. |
Dejando abierto el misterio de la casa de Simón Rodríguez en París, llegamos a Londres, donde sabíamos, ahora sí con certeza, que se encontraba una placa conmemorativa en la que alguna vez fue la casa de Andrés Bello y en la que, según cuentan algunos testimonios, el famoso gramático recibió la visita de Rodríguez. Así pues, en Londres, fue fácil dar con el número 58 de Grafton Way, lugar que albergó en 1810 a Andrés Bello y, algunos años antes, a Francisco de Miranda.
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Actualmente, este lugar es el Consulado de Venezuela. |
Ésa fue la última parada de nuestro recorrido latinoamericanista por algunas ciudades de Europa, con lo que queda demostrado que la peregrinación no es únicamente un acto de fe religiosa, así como que las relaciones del “viejo” con el “nuevo” continente se podrían explorar aún de muchas maneras.
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